El orgulloso monje me explicaba, con santa razón
todas sus lógicas y filosofías: me sentí ínfimo.
Su astuta diplomacia le hacían hombre de sermón
y yo, afligido, escuchaba todo con muy bajo ánimo...
Mi cabeza agachada, símbolo de esclavo bien sumiso
le daban un aire más soberbio y arisco
nunca pensé en aquel momento pegarle un mordisco
¡estaba como un contribuyente rendido al fisco!
Cuando sus palabras me daban trémulos de disculpas
veía en mí un criminal: había cometido el más grave delito
no recuerdo de haberme sentido tan mugriento, ilícito...
Me pareció que de todos los delitos tenía yo la culpa
y él, el mas santo, puro y cándido del universo
sermoneándome para el bien: ¡cómo estoy de perverso!
BRIHUEGA -GU- ESPAÑA MCMXCI
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pon aquí tu opinion: